El texto dice:
Levántate y resplandece, Jerusalén, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti. Mira: las tinieblas cubren la tierra y espesa niebla envuelve a los pueblos; pero sobre ti resplandece el Señor y en ti se manifiesta su gloria. Caminarán los pueblos a tu luz y los reyes, al resplandor de tu aurora.
Levanta los ojos y mira alrededor: todos se reúnen y vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces verás esto radiante de alegría; tu corazón se alegrará, y se ensanchará, cuando se vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos...
Que nuestra confianza esté en el Señor, el Redentor, el dador de la vida, el amigo fiel que nunca falla, el que nos dejó a su madre, la virgen María para asumirla como madre nuestra por la eternidad.
No olvidemos que él nos amó primero, él nos encontró, por ello, demos gracias a Dios por su infinita misericordia.
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